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107 años: Julio Saldarriaga celebró su cumpleaños bailando y tomando ron

  • Tarareando y bailando el “tinguis, tiringuis tinguis” con una bomba verde en cada mano, Julio Enrique Saldarriaga celebró sus 107 años de edad. Nació, como se lo imaginan, hace mucho tiempo, el 30 de julio de 1913, y hoy, más de un siglo después, sonríe, echa cuentos y toma ron.  

    Regó por el mundo la módica suma de 65 nietos, 85 bisnietos y 64 tataranietos, todos raíz familiar de los 19 hijos que tuvo con María García, la mujer con la que estuvo casado durante 79 años. Y aunque ya vio morir a nueve de sus hijos, parece que goza siempre de esa alegría vital tan rara en las gentes de estos tiempos.

  • La lógica pregunta es: ¿cómo ha hecho para vivir tanto? Entonces, con honda voz, responde: “Dios nuestro Señor es el que me ha dado tanta vida”. Él, que nació en una vereda de El Carmen y que trasegó por Antioquia buscándose la vida, decidió, hace 25 años, quedarse a vivir de una vez por todas en la tierra de la loza.

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    “Hace 25 o 30 años que me vine pa` acá del todo. Viajé por todos lados, pal lado de El Santuario, pal lado de Cocorná, pa Medellín, pa Urrao, aserrando y quemando carbón. Quemé carbón como 18 años”, cuenta lúcido, simpático.

    Toda la vida fue conservador. Pero una tarde de juerga del tiempo perdido, ya “copetón”, estuvo a punto de perder la amistad de un viejo amigo liberal cuando se enteró que Julio era de los azules. Él no le dio importancia al hecho y se salió por la tangente:

    “Oiga pues... me dijo: Julio, yo soy muy liberal. Y yo le dije: eso no me importa a mí. Yo soy conservador y vos sos liberal. ¡Entonces qué! Y dijo: Yo no sé. Él pensó que le iba a poner pelea. Y le dije: Yo no necesito política, yo necesito es la amistad. Pa` que vea usted cómo es la cosa”, narra con gracia.

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    A los jóvenes les manda a decir que “la vida es muy buena”. Ah, y que “se cuiden harto” y coman de lo que haya. Esa fue justo la regla de oro con la que levantó a sus 19 hijos, y tal vez por ese mismo secreto elemental de la vida le trajeron tantos nietos.

    Una de sus hijas, después de casarse, comenzó la racha dándole 15 nietos; otra tuvo 14. Por eso, dice Julio, tiene tanto bisnieto, “porque toda esa gente se casó y hubo mucha familia”. Y, a propósito, vive con una de ellas en el barrio Divino Niño de El Carmen, en una casa en la que el pasado jueves le celebraron con bombos y platillos su cumpleaños.

    Ya no se afana en la vida: pone los pies en la tierra a eso de las 10 de la mañana, sale a tomar el sol en el patio y ve televisión (aunque ya sea poca su visión). Eso sí: cuando hay paseo, no tiene problema en despegarse las cobijas a las 5 de la madrugada porque “a cualesquier hora que me toque levantarme me levanto”.

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    Y en fin… así se le van los días de la cuarentena, porque antes, antes de que todo esto ocurriera, salía religiosamente caminando hasta una cantinita ubicada en el parque de El Carmen, que según una de sus hijas era como su oficina, y allá se tomaba sus roncitos.

    Es el mimado, el charlatán, el que echa cuento. Se va a la cama, como dicen los viejos como él, con las gallinas, que para los millenials es como decir que se acuesta a las 6 o 7 de la noche.

    Cuando le preguntamos sobre su último cumpleaños, en el que bailó como si tuviera 60 años menos sobre la espalda, dijo feliz que lo había visitado el padre fulanito de Rionegro, que estuvieron charlando largo rato y, por supuesto, que “comió torta antes de irse”.

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    Así que, antes de colgar el teléfono después de nuestra entrevista, se tomó la palabra (y con todo el derecho) para contarnos “otro cuentecito” que, simplemente, queremos reproducir al pie de la letra:

    “…me fui una vez pa´ Cocorná a donde un padre pa´ que me confesara. Confiese los pecados, me dijo. Y yo le dije: padre, le di un beso a mi novia. Y dijo: ¡cómo así! Pues sépalo que está condenado. Y yo le dije: Ah bueno padre, seguramente. Pero vea padre, yo ya no me confieso más con usted. Y me paré y seguí pa´ afuera, pal atrio. Y salió detrás de yo diciendo: vení yo te confieso. Y yo le dije: no padre, pa´ qué me va a confesar si yo ya estoy condenado”.

    ¡Felices 107, Julio!

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