El Camino de Santiago es una Torre de Babel que desafía el antiguo castigo de Dios. Aquí las lenguas no separan. Al contrario. Ayer, por ejemplo, personas de 25 nacionalidades escucharon, con presencia de una solidaridad espontánea, una misa católica. A nuestro lado estaba un danés protestante y dos estadounidenses presbiterianos, compartiendo el mismo espíritu de humanidad que esta vez Dios no ordenó separar.